domingo, 7 de junio de 2015

Ansío el rojo vivo de mi corazón.

Y continuas caminando hasta que te das cuenta de que estás siguiendo los mismos pasos, que sigues ahí caminando igual que la última vez, y no quieres no quieres recibir más críticas, más risotadas, no lo soportas. Y entonces comienza tu duda, sobre lo realmente importante ¿A ti te gusta? ¿A ti te ilusiona? y las respuestas sobre esto son mucho más importantes de lo que nos imaginamos, porque ¿para qué juntar dos corazones que no sienten nada el uno por el otro? ¿Qué no se ponen rojo vivo?¿Que no empiezan a latir rápidamente cuando lentamente te aproximas a besarme, a agarrarme y no digo nunca soltarme, pero a sostenerme con tal intensidad y a la vez delicadeza,? de tal forma que sientas que el nunca, nunca llegará aunque probablemente llegue algún día, según como entendamos esta guerra de conceptos, que pocas veces  se aclaran cuando salen de mis labios.
Entonces dime, ¿Para qué unir dos corazones si no son los indicados? Si vemos que no, lo observamos, ¿Para qué?
Con ese fin, unamos nuestros cuerpos, y dejemos que la noche, el día siga su curso y nosotros el nuestro, en un continuo mar de placer ajeno a nuestros sentimientos. Pero entonces ¿para qué?
Dime para que intentar algo relativamente improbable y estúpido.

No quiero forzar más a mi no tan rojo corazón.

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